Columna José Ruiz Pivcevic, Delegado Presidencial Regional)
Cuando el periodista John Hersey abordó el impacto devastador de la bomba atómica, eligió un enfoque que trascendía las cifras. En lugar de limitarse a cuantificar los edificios destruidos o el número de víctimas, decidió contar seis historias que detallaban los momentos previos al impacto y sus secuelas. Su objetivo era mostrar el sufrimiento humano en lo cotidiano, universalizando el horror a través de lo singular, al centrarse en las experiencias de personas con rostros, sueños y contextos de vida que fueron quebrados por ese acontecimiento.
Esta perspectiva en que el foco de atención está en la persona, especialmente en las más postergadas, es precisamente lo que buscamos desde el Gobierno del Presidente Gabriel Boric y una de las apuestas diferenciadoras en el diseño de la política pública, con enfoques orientados a la igualdad, el género y los derechos humanos. La intención de revertir las brechas históricas de desigualdad no es solo un discurso, sino una historia con rostro que busca el tránsito de un estado negativo a otro positivo. Al igual que el texto “Hiroshima”, publicado en The New Yorker, que tuvo un impacto masivo e inédito al revelar el horror absoluto de las armas nucleares a una generación de la posguerra. Esta narrativa privilegió las historias humanas por sobre cualquier análisis o dato cualitativo, reconociendo que el ser humano en sí mismo es un universo complejo y completo que, en su singularidad, es capaz de universalizar la experiencia.
En ese contexto, en Magallanes destaca el caso de las viviendas como un ejemplo elocuente de acción concreta en la mejora de la calidad de vida de personas y familias. Aquí, se han entregado hogares en sectores que han sido postergados por décadas, superando numerosas trabas administrativas y estableciendo un diálogo activo con las agrupaciones de viviendas para avanzar en proyectos que, a pesar de haber sido anunciados previamente, quedaron estancados durante varios años y lograron ser destrabados en la actual administración. Incluso cuando el costo del metro cuadrado excede significativamente la inversión en otras regiones de Chile, nuestro norte siguen siendo las personas, reconociendo la singularidad de cada individuo y la trayectoria de sus historias. Sin ir más lejos, esta semana entregamos 110 nuevas viviendas de las cuales 93 fueron destinadas a mujeres. Cada una encierra una historia que universaliza la necesidad y el avance.
Por eso, el testimonio de la dueña de casa, la madre soltera, la presidenta de la agrupación de vivienda, la familia que aguardó más de seis años por un hogar; todos estos relatos son la culminación de un logro. Son estas historias las que definen al final de la jornada el éxito o el fracaso de la gestión. Desde esta perspectiva, entendemos que el desarrollo humano no se limita únicamente a los indicadores económicos. Es crucial abordar otras dimensiones más amplias de bienestar emocional, social y ambiental para garantizar un progreso verdaderamente significativo y sostenible.
Es por eso que el enfoque del debate recae en las historias de vida que necesitamos mejorar. Es lo que esperan ansiosamente las y los jubilados, quienes ya no pueden seguir aguantando. El presidente Boric nos ha instado a buscar fórmulas que permitan mejorar las pensiones hoy, no décadas más tarde. Ese es el objetivo central de la actual reforma previsional. La propuesta presentada ante la comisión de Trabajo del Senado busca concretar esta votación para mediados de abril. La cruda realidad es que tres de cada cuatro jubilados tienen pensiones inferiores al salario mínimo. La mediana de los nuevos pensionados por AFP en enero de 2024 fue de 93 mil 302 pesos; para las mujeres, aún peor: 48 mil 120 pesos (sin Pensión Garantizada Universal, PGU). Por ello, consideramos que centrar el debate en canalizar todo el aporte del empleador hacia la capitalización individual sería un error, ya que esto significaría que las pensiones no subirán durante al menos 25 años más.
Al igual que Hersey, es fundamental que nos enfoquemos en comprender las necesidades y experiencias de las personas, con sus rostros, sueños y contextos de vida únicos. Debemos partir de lo singular para universalizar, reconociendo la diversidad y la individualidad de cada ser humano. Es a través del seguimiento de estas historias humanas que podemos comprender verdaderamente el impacto de nuestras decisiones y políticas. Y así, con una conciencia clara, podamos finalmente avanzar en la construcción de un futuro más justo y equitativo para todos.
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